El campo del periodismo es bastante competitivo, y durante muchos años ha estado gobernado por hombres. Apenas en las últimas décadas del siglo XX la mujer irrumpe temerosa, buscando un espacio para la igualdad y el reconocimiento. El camino no ha sido fácil de transitar, debido al estigma que por años hemos cargado las mujeres. A través de la historia la mujer ha sido enmudecida y confinada a adoptar los intereses de otros como propios. Anteriormente se pensaba en la mujer en términos de subalternidad[1], no obstante, la mujer escribe una historia diferente hoy. De ahí nace uno de los interrogantes que me propongo contestar en este ensayo ¿cómo ha incursionado la mujer en el campo del periodismo?
Cabe aclarar que no es mi propósito exponer aquí una larga lista de los infortunios, las desdichas y los momentos amargos que las pioneras del periodismo han tenido que pasar, abriendo camino a las nuevas generaciones; puesto que ya todos conocemos algo acerca de eso.
Sí, todos hemos oído en alguna ocasión que las primeras mujeres que escribieron para la prensa firmaron sus artículos con seudónimos masculinos, que más del 40% de las periodistas ha sufrido algún tipo de acoso sexual en el desempeño de su profesión ( es el caso de Jineth Bedoya, periodista del diario El Tiempo que fue raptada y abusada sexualmente en el año 2000 por un grupo paramilitar como retaliación por un artículo publicado por El Espectador, diario para el que trabajaba en ese entonces)[2], sabemos también que en los medios se ha encasillado a la mujer en temas que han sido, erróneamente, catalogados como femeninos: temas como la cultura, el hogar, la familia, la crianza de los hijos, la vida social, el medio ambiente y la salud… excluyéndola de temas como el orden público, la política o los deportes.
También es sabido que existe una diferencia profunda entre el número de mujeres que estudian periodismo en las universidades y el número de mujeres que laboran en los medios masivos de comunicación e información, incluso se dice que algunas periodistas han tenido que pagar puestos en los medios con retribuciones de índole sexual; la violencia de género en el periodismo no es un mito y seguramente podría emplear gran número de páginas enumerando los obstáculos que han encontrado en el camino las periodistas, sin embargo mi propósito no es ese, sino el de rescatar el lado positivo de esta historia, resaltar cómo lo han conseguido y sobre todo cómo influye la identidad de la mujer en el ejercicio de esta profesión.
Las pioneras del periodismo dieron sus primeros pasos a la par con el auge del feminismo a finales del siglo XX, se decidieron a romper su silencio, cuestionaron la mudez que por siglos permaneció incuestionable y se lanzaron a contar el mundo desde su identidad de mujer; desconozco qué las motivó a hacerlo, pero con el conocimiento de causa que poseo, imagino que un día cualquiera sólo se miraron al espejo y se descubrieron al fin como un ser único y capaz; probablemente se formularon un par de preguntas y al encontrar las repuestas la ceguera desapareció, pero esa hipótesis es mera especulación y ganas de fantasear un poco.
La mayoría inició su vida intelectual en el campo de la literatura, encontraron en el lenguaje una herramienta de liberación y como “la lengua está para comunicarse y la comunicación no debe ser parcial” poco a poco fueron acercándose al periodismo. Inicialmente escribieron sobre temas femeninos y en revistas que estaban dirigidas a la mujer, pero paulatinamente se animaron a escribir acerca de temas que eran un tabú en la sociedad de la época: como los métodos anticonceptivos, la explotación laboral e inclusive algunas intentaron difundir teorías feministas desde sus escritos, en consecuencia recibieron fuertes críticas por parte de la iglesia y de otros columnistas. No obstante no se amilanaron y hoy podemos leer artículos sobre sexo, política y conflicto internacional escritos y firmados orgullosamente por mujeres.
En la actualidad el panorama es más alentador (aunque pienso que no lo suficiente) el recelo provocado en los hombres empieza a quedar en el pasado, se han vuelto más solidarios y se confiesan admiradores de sus colegas mujeres resaltando sus virtudes intelectuales; el avance ha sido de tal magnitud que un número considerable de hombres periodistas hacen parte de organizaciones que buscan la equidad de género en este campo. Además las mujeres ocupan hoy mas cargos directivos en los diferentes medios de comunicación, ejemplo de ello es el canal RCN dónde el cargo de director de noticias lo ocupa Clara Elvira Ospina (quien fue sub directora por varios años), el de sub director de noticias Vicky Dávila y Claudia Gurisatti ocupa el cargo de directora del canal RCN 24 horas.
Las mujeres vemos el mundo como una red de contactos y relaciones, es nuestro estilo de vida enfatizar lo emocional y propender por el bienestar común. Las periodistas le damos un toque más humano al trabajo, estereotipamos menos y somos más prudentes en el tratamiento de la información; además tendemos a mostrar noticias más positivas (no sé si eso se pueda contar como una virtud) y según un estudio reseñado por la periodista norteamericana Sheila Gibbson “los productos periodísticos de los medios escritos dirigidos por mujeres se acercan más a lo que el público quiere leer”. Tocante al manejo de las fuentes, las mujeres somos más ordenadas y discretas, en contraposición los hombres siempre procuran sobresalir, lo que en ocasiones les lleva a cometer ligerezas e indiscreciones.
No es un misterio que las mujeres tenemos más éxito trabajando con fuentes donde hay más hombres que mujeres: como el ejército o los círculos deportivos y esto debido a que los hombres (salvo algunas excepciones) sueltan la información a las periodista esperando recibir algo a cambio, es algo así como un trueque, es probable que alguna acceda a esta técnica machista de manipulación y utilice su apariencia física para escalar posiciones, sin embargo y en entrevista con Juan Carlos Giraldo (director de noticias judiciales en RCN) dice acerca de esto “para ejercer periodismo no basta con ser bonitas, deben ser valientes e inteligentes y en este medio hay mujeres bonitas inteligentes y valientes” [3].
En cuanto a cómo influye la identidad de la mujer en el contenido de los textos que produce, Mayra Jehlen y Annete Kolodny, apoyadas en Virginia Woolf, dicen que “escribir como mujer es romper con ciertas características de la tradición literaria y de las mismas estructuras de la lengua, características surgidas por haber sido principalmente los hombres quienes desarrollaron la escritura”[4],
personalmente creo que ni el hombre ni la mujer pueden despojarse de su subjetividad al momento de escribir, tanto hombres como mujeres dejamos un poco de nuestra visión personalizada del mundo en cada trazo, un poco de las características que nos hacen pertenecer a cada género; pensando de esta manera me uno a Foucault que insiste en que nuestra identidad y nuestra sexualidad están íntimamente ligadas; no existen ni antes ni por fuera del lenguaje y de las representaciones, sino que las estrategias discursivas y las prácticas de representación los ponen en juego, teniendo en cuenta esto debe haber diferencias entre un texto redactado por una mujer y uno redactado por un hombre, y de hecho las hay; según Gabriela castellanos en su texto las identidades como enigmas: hombres, mujeres y escrituras en Rosario Castellanos y Juan Rulfo, los hombres en sus escritos dejan entrever un aire de independencia, al mismo tiempo que una visión del mundo como una estructura social de jerarquías, mientras las mujeres tendemos a enfatizar los sentimientos, utilizando un tono más íntimo y familiar en los escritos y una visión del mundo como un entramado de relaciones donde desempeñan un papel importante los afectos y por supuesto las personas.
Pero no se trata de que exista un lenguaje literario masculino y uno femenino, sino más bien que al ser “el lenguaje el vehículo del pensamiento” es imposible que hombres y mujeres desarrollen un mismo estilo de escritura, dado que no somos iguales, no siempre compartimos los mismos intereses y nuestra cosmovisión es bastante diferente, lo que se viene a reflejar en los textos que cada uno produce.
Pero no se trata de que exista un lenguaje literario masculino y uno femenino, sino más bien que al ser “el lenguaje el vehículo del pensamiento” es imposible que hombres y mujeres desarrollen un mismo estilo de escritura, dado que no somos iguales, no siempre compartimos los mismos intereses y nuestra cosmovisión es bastante diferente, lo que se viene a reflejar en los textos que cada uno produce.
Sin embargo, me parece bastante arriesgado generalizar (como lo hace Castellanos) puesto que es bien sabido que aunque un grupo de personas compartan una ideología, y eso les haga pertenecer a determinado grupo, en ocasiones se puede notar como cada uno posee o desarrolla algo así como una sub ideología de acuerdo a sus intereses particulares; de ahí que podamos encontrar mujeres que escriben como hombres (según las características anteriormente mencionadas) y viceversa.
Personalmente podría decir que los hombres tienen un estilo más riguroso, racional y objetivo de escribir y que en ocasiones se les nota un aire de superioridad (inculcado y alentado por una sociedad históricamente machista), mientras las mujeres optamos por un estilo más subjetivo, cordial, apasionado y algunas veces, en contraposición con los hombres, dejamos entrever un deseo (acaso justificable por tantos años de invisibilidad) de demostrar de lo que somos capaces; pero en cuestión de identidad, personalidad, espíritu y emociones nada está escrito…la otra persona es un enigma. Y con los ojos de una estatua ciegos.[5]
De esta manera, en la prensa también se pueden percibir algunos rasgos característicos del género en el tratamiento que los periodistas y las periodistas le dan a la información, y sobre todo en la forma como la presentan al público: por ejemplo, no es igual el análisis económico que hace Gabriela Frías, periodista de CNN en español, en su programa En efectivo que el que hace…en el programa Pulso económico, transmitido por Cable Noticias; puesto que mientras En efectivo se analiza la crisis financiera enfocada en cómo puede afectar la canasta familiar de los asalariados, en Pulso económico se hace un análisis más enfocado hacia como la misma crisis afecta a los grandes emporios económicos. De la misma forma, Mientras Eduardo Sarmiento Palacios explica en su columna de El espectador cómo “la crisis es producto de un desbalance por un exceso de ahorro sobre inversión”, María Elvira Bonilla, también en una columna de El espectador cuenta cómo “el 41% de hogares colombianos, 20 millones de compatriotas, no tienen seguro su alimento y frecuentemente deben acostarse sin pasar bocado”.
Es decir que, las mujeres tendemos, casi siempre, a ponernos de lado de las minorías (que resultan ser, paradójicamente, una mayoría aplastante) procurando que la información sea clara y entendible para ellos (probablemente porque conocemos de cerca la condición de subalterno), mientras los hombres le dan un tratamiento más general a la información, manteniéndose en una posición más neutra. Hago este paralelo sin ánimo de mostrar favoritismo o discrepancia, sino más bien con el fin de demostrar cómo la voluntad del estilo depende directamente de la identidad de cada cual y en este caso cómo el estilo de la mujer periodista resulta ser cuestión de género. Espero haberlo logrado.
Al principio de este discurso dije que el periodismo es un campo competitivo y que ha estado gobernado por hombres, también dije que desconozco la razón por la que la mujer se aventuró a invadir esos terrenos que aparentemente ya tenían dueño, sin embargo en este punto del ensayo creo que puedo arriesgarme a lanzar una posible propuesta de respuesta a este cuestionamiento. Pienso que la mujer fue impulsada por el mismo espíritu que impulsó a los grandes ensayistas latinoamericanos de finales del siglo XIX y principios del XX a replantearse la posición del hombre en el mundo y a “asumir una función más crítica desde sus ensayos”, un espíritu de revolución y liberación.[6]
De la misma forma que la mujer, los ensayistas latinoamericanos (desde la comodidad de pertenecer al género masculino claro está) estuvieron atados y encasillados por mucho tiempo a un estilo de escritura prediseñado, arcaico y lejano; seguían modelos de escritores de otras tierras, que vivieron en una época tan distinta como distante y con quienes lo único que compartían era el amor por la literatura; hasta que movidos por los cambios y presiones sociales de la época, se negaron a guardar silencio y se encaminaron hacia la lucha por una sociedad más equitativa y justa desde sus ensayos. Se negaron a mantenerse al margen de la difícil situación por la que atravesaban los países de América Latina. Casi paralelo al despertar de los ensayistas latinoamericanos, emergen las primeras mujeres deseosas de poder contribuir con la lucha por los derechos elementales del ser humano.
José Miguel Oviedo en su libro Breve historia del ensayo hispanoamericano, en el capítulo 1 titulado Los grandes maestros del siglo XIX, incluye a la poetisa y religiosa católica Sor Juana Inés de la Cruz (México 1648-1695) que desde niña demostró su gran pasión por las letras, leyó a los clásicos griegos y romanos; aprendió latín y propuso a su madre disfrazarse de hombre para poder asistir a la universidad; uno de sus poemas más destacados reza hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis… porque queréis que obren bien si las incitáis al mal? De Sor Juana Inés de la Cruz también se dice que escogió el celibato para poder gozar de sus aficiones literarias.
Una de mis favoritas, es la famosa escritora y periodista italiana Oriana Fallaci (1929-2006), a quien me acerqué en la academia cuando aprendía acerca del género periodístico de la entrevista. Una mujer inteligente que creció en la Italia fascista de Mussolini, poseedora de un estilo apasionado, liberal y por demás polémico y revolucionario; Oriana es un ejemplo fehaciente de lo que una mujer puede hacer sin renunciar a su identidad desde el campo del periodismo. Sus entrevistas, cuyo toque mágico es su audacia al momento de contra preguntar, a personajes tan importantes como difíciles de conseguir (en su mayoría hombres) le otorgaron gran reconocimiento; La entrevista de mi predilección es la que hizo a Henry Kissinger[7], principal impulsor de la guerra de Vietnam, en ella Fallaci le acorrala hasta el punto de hacerle confesar que la espantosa guerra de Vietnam fue inútil. Kissinger escribió acerca de esa entrevista que fue “la más desastrosa conversación individual jamás sostenida” La autora de los libros “La rabia y el orgullo” y “La fuerza de la razón”, entre otros, se unió a la resistencia antifascista y llegó a posicionarse como una de las entrevistadoras más osadas del mundo.
Otra mujer que merece ser citada por su pensamiento crítico es Catherine Walsh, aunque no es periodista, está dedicada a los estudios culturales en América Latina e interesada en temas como la influencia del proceso de colonización en la construcción de la identidad de los latinoamericanos; entre sus publicaciones están los libros “Interculturalidad, descolonización de estado y del conocimiento” y “Pensamiento crítico y matriz colonial”, pero su obra más reciente es “Interculturalidad, estado, sociedad. Luchas coloniales de nuestra época”. Walsh es académica y profesora de la universidad Andina Simón Bolívar de Ecuador. Su aporte a la mujer como profesional, es significativo en la medida en que toda su erudición está concentrada en la pasión que siente por los problemas históricos y sociales de América Latina.
Siguiendo por esta misma línea, está la escritora, periodista y militante política colombiana Laura Restrepo (Bogotá, 1950) ganadora (entre muchos otros) del premio Alfaguara por su novela Delirio. Delirio estudia el mundo del narcotráfico en Colombia y las profundidades de la mente humana, pero no como una investigación fría y rígida, sino desde la fascinante historia de un hombre que intenta desesperadamente devolverle la lucidez a su esposa. Todas estas mujeres sólo son la punta del iceberg, como ellas hay cientos de intelectuales más escribiendo desde su identidad femenina una historia nueva desde el periodismo o la literatura; prueba de esto son todos los ensayos que se escucharán hoy en este recinto y que han sido escritos desde la visión personal de un “yo” femenil.
La cuestión de las diferencias de género, me apasiona. Y creo que todo cuanto existe en el universo tiene un tinte de masculinidad o feminidad. Este tema no debe ser tratado polémicamente, es un tema rico en connotaciones diversas y múltiples perspectivas, la cuestión del género es un tema que se deslinda, se desborda, delimitarlo es muy difícil y tratarlo como pretexto de disputas, pleitos y divisiones es algo tan absurdo como triste.
Tampoco debe entenderse como la guerra de los sexos, porque al mundo le sobran ya motivos para estar en guerra, sino más bien como un pretexto para entender la riqueza que se puede rescatar de la diversidad. “el mundo está habitado por seres humanos, unos son hombres y otros son mujeres” no somos enemigos, somos complemento; a menudo malgastamos el tiempo en tratar de comprender el por qué de las diferencias, siempre con la manía de llevarlo todo a los extremos: el bien y el mal, la guerra y la paz, el pobre y el rico, el blanco y el negro, la derecha y la izquierda, el hombre y la mujer… las dualidades entendidas como un problema y no como generadoras de equilibrio.
La cuestión de género no debe ser una lucha de poderes, sino más bien una lucha solidaria por la comunión de los dos géneros. La violencia de género puede llegar a ser uno de tantos malos recuerdos que avergüenzan a la humanidad: como el holocausto nazi, la guerra de Vietnam, la primera y segunda guerra mundial, la inquisición, la destrucción de Hiroshima y Nagasaki… Resulta absurdo pensar que el género que ha dado a luz al mundo entero haya permanecido invisible por tantos años, pero las cosas han cambiado, las mujeres hemos hecho borrón y cuenta nueva, hemos demostrado que es posible ser intelectuales, empresarias y amas de casa al mismo tiempo.
No es necesario sacrificar todos esos detalles que nos hacen ser mujer para ocupar un lugar visible dentro de la sociedad, la época en que la mujer tenía que disfrazarse de hombre para cumplir los sueños se acabó, y hoy podemos hacerlo todo desde nuestra propia manera de ver el mundo, desde la sutileza, el romanticismo, lo mágico, desde la fe, desde el corazón, desde el amor. El mundo hoy es más receptivo que antes, la mujer como un sujeto que piensa y actúa está ocupando lugares que jamás pensó ocupar, hemos ganado mucho terreno, pero nos falta aun mucho camino por recorrer; Aún existe la desigualdad salarial, el maltrato físico, la explotación sexual… en fin queda mucho trabajo por hacer.
El mundo está en crisis, crisis económica, ambiental y moral, se requieren nuevas ideas con las cuales se puedan desarrollar estrategias para detener la inminente destrucción de la raza humana, puesto que todas las ideas que se tienen hoy, ya han sido pensadas antes y no han arrojado resultados positivos; “La única idea nueva que podría salvar a la humanidad en el siglo XXI, es que las mujeres asuman la dirección del mundo”, pero afortunadamente esa brillante idea no se me ocurre a mí, sino a Gabriel García Márquez.
DIANA CELI
[1] Para saber más acerca de la mujer como subalterno, consultar a Spivak, Gayatri en ¿Puede hablar el subalterno?, Revista colombiana de antropología. Volumen 39, enero-diciembre, 2003.
[2] Para más información visite en internet: Committee to protect journalists, Colombia: Periodista secuestrada y torturada.
[3] Para leer la entrevista “Me quedo con el capo de la mafia” visite: www.dianaperiodismodiferente.blogspot.com
[4] Puede indagar más acerca de este punto visite en internet AMECOPRESS, Información para la igualdad.
[5] Clarice Lispector citada por Gabriela Castellanos al inicio de “Las identidades como enigmas, hombres, mujeres y escrituras en Rosario Castellanos y Juan Rulfo.
[6] Para conocer más acerca del pensamiento creador consulte a José Miguel Oviedo en su libro “Breve historia del ensayo hispanoamericano”, el libro de bolsillo, editorial alianza Madrid.
[7] Para conocer todas las entrevistas hechas por Oriana Fallaci, consulte su libro Entrevista con la historia.
DIANA CELI
[1] Para saber más acerca de la mujer como subalterno, consultar a Spivak, Gayatri en ¿Puede hablar el subalterno?, Revista colombiana de antropología. Volumen 39, enero-diciembre, 2003.
[2] Para más información visite en internet: Committee to protect journalists, Colombia: Periodista secuestrada y torturada.
[3] Para leer la entrevista “Me quedo con el capo de la mafia” visite: www.dianaperiodismodiferente.blogspot.com
[4] Puede indagar más acerca de este punto visite en internet AMECOPRESS, Información para la igualdad.
[5] Clarice Lispector citada por Gabriela Castellanos al inicio de “Las identidades como enigmas, hombres, mujeres y escrituras en Rosario Castellanos y Juan Rulfo.
[6] Para conocer más acerca del pensamiento creador consulte a José Miguel Oviedo en su libro “Breve historia del ensayo hispanoamericano”, el libro de bolsillo, editorial alianza Madrid.
[7] Para conocer todas las entrevistas hechas por Oriana Fallaci, consulte su libro Entrevista con la historia.